Una fiesta. De música, de baile, de ritmo y de reivindicación... Nakany Kanté es una mujer aparentemente menuda, pero consigue llenar el escenario con su fuerza y con su ritmo. Sólo aparecer desborda entusiasmo, ganas de gustar, de conectar... Ganas de cantar y de bailar; ganas de hacer cantar y de hacer bailar a su público. Nakany Kanté presentó el pasado viernes 5 de mayo su segundo trabajo discográfico, Naka, en el Centre Cívic Besòs en el marco del Barcelona Districte Cultural. Y lo hizo como lo hacen las verdaderas estrellas, ante unos espectadores tan entregados como ella misma lo estaba, unos espectadores que intentaban seguir con cada parte de su cuerpo (pies, piernas, cintura, brazos, cuello y cabeza) el endiablado ritmo de las canciones de Nakany.

La cita en el Centre Cívic Besòs, la segunda de la programación del Barcelona Districte Cultural, empezó mucho antes del concierto con la inauguración de la exposición A peu de tanca, que -organizada por Stop Mare Nostrum- reúne el trabajo del fotoperiodista Antonio Sempere sobre la situación que viven los migrantes que quieren traspasar la frontera sur española. Y fue durante la presentación de la muestra cuando ya se pudo escuchar una primera canción de Nakany, mujer comprometida que en muchas de las letras de sus canciones explica la situación de los africanos que quieren llegar a Europa. Pero no sólo habla de ellos; también lo hace de los niños que en las tierras africanas están condenados a vivir en la calle y de las mujeres a quienes no les dejan hacer aquello que desean, como a ella misma le ocurrió ya que no le permitían cantar. A las mujeres, precisamente, dedicó una de las canciones que interpretó en el Besòs; una canción que, como  el resto de las que presentó durante el concierto, provocó un terremoto de emociones y de disfrute.