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Puede ser quien él quiera

07/02/2019
Teatro
Albert Salazar deslumbra Cotxeres Borrell con su interpretación en 'A.K.A.'

A.K.A. no sería A.K.A. sin Albert Salazar. Y no hay mejor piropo que este para alabar el trabajo de un actor. Y que nadie lo entienda como un intento de minusvalorar ni al autor del texto, Daniel J Meyer, ni tampoco a su directora, Montserrat Rodríguez; al contrario. Porque lo que entre los tres, autor, directora y actor, han conseguido es algo tan aparentemente sencillo aunque tan extremadamente difícil como construir un personaje hecho de carne y de huesos, que vive de alegrías y de tristezas, que crece entre risas y lágrimas... un personaje con el que cualquiera se puede sentir identificado porque todo el mundo ha vivido un primer amor y una primera decepción, todo el mundo se ha sentido traicionado y todo el mundo se ha sentido injustamente juzgado. Carlos, el protagonista de A.K.A. (Also Known As), es juzgado por su color de piel y su procedencia, y esto le hace dudar sobre quién es, si es quien él piensa o si es quien los otros dicen. Pero más allá del motivo por el que dudemos sobre quiénes somos, esa duda es un sentimiento universal.

Albert Salazar (o Carlos, como prefiráis) aguardaba en el escenario del Centre Cívic Cotxeres Borrell mientras los espectadores iban entrando, buscaban una silla y  se sentaban. Parecía un joven más entre los muchos jóvenes que conformaban el público. Sudadera, capucha, bambas... Pero sólo que las luces se apagaron, invadió el escenario. Primero para explicar una historia que estaba hecha de risas... y el público rió con él; después pra narrar su amor de adolescente, esas primeras miradas, ese primer beso..., y en la platea nació un cuchicheo cómplice porque muchos se debieron de sentir identificados y rieron con el amigo o el vecino de butaca por haber visto su historia tan bien explicada. Pero más tarde, la risa se acabó. Y también los cuchicheos... Y la platea quedó llena de uno de esos silencios preñados de emoción mientras Albert Salazar, Carlos, explicaba su caída en desgracia. Y así se quedó, callada y emocionada, hasta que, con el final, estalló en una ovación desbordada.

Y aunque Carlos dude sobre si es quien él cree o quien los demás creen ver, Albert Salazar consiguió que nadie dudara de que él era Carlos. Y es que Albert Salazar, sobre el escenario, parece capaz de hacernos creer que es quien él quiera ser. ¡Bravo!

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