Un primer paso hacia la soberanía energética

Plaques solars als terrats de Barcelona © Ajuntament de Barcelona / Equip d’audiovisuals

La empresa pública Barcelona Energia coge impulso en el nuevo mapa de operadores alternativos con acompañamiento, precios competitivos y sensibilidad energética, aunque está todavía muy lejos de su potencial. Además, las grandes empresas del sector también han dado un giro y pisan fuerte en el terreno de las renovables.

En el mundo de la energía están sucediendo cosas. Y sucederán unas cuantas más. Elegir el sol, el viento y otras fuentes energéticas limpias en lugar del carbón, el petróleo o el gas implica cambios tecnológicos que permiten un modelo descentralizado y más democrático: cada persona usuaria puede tener aquí un papel activo.

“Ahora puedes disponer de tu propia producción y una pequeña distribución de forma separada, y puedes ponerte de acuerdo con otros usuarios para compartir la electricidad que generes. Las reglas del juego están cambiando y aparecen nuevos actores”, resume el consultor David Serrano, director de Energia Local.

La transformación no es únicamente tecnológica. Procedemos de un mundo de abonados desvinculados entre sí, con poco margen para la queja, en un mercado oligopolístico en el que la energía escaseaba, y avanzamos hacia otro mundo en el que la ciudadanía está más concienciada y sensibilizada con el cambio climático, e hiperconectada por las redes sociales, donde las malas praxis tienen efecto multiplicador. “Todo ello, en un marco de fuentes energéticas excedentarias, accesibles. Recordemos que, 30 años atrás, los costes de las placas solares eran un 85% más elevados”, contextualiza Serrano.

En este nuevo escenario crecen, se consolidan o irrumpen todo tipo de iniciativas: cooperativas de consumo energético, rescates ciudadanos de plantas renovables, compras colectivas por parte de asociaciones de consumidores, comunidades locales de energía o los nuevos gestores de la demanda, denominados agregadores.

Paralelamente, cada vez proliferan más comercializadoras que compran y venden electricidad certificada como “verde” por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Y uno de los actores que toma impulso en este contexto es el de los operadores públicos a escala local, y Barcelona Energia es uno de los más importantes. Esta comercializadora de energía renovable opera a través de la empresa de tratamiento y selección de residuos Tersa, cuya creación fue aprobada en marzo de 2017 por el pleno del Ayuntamiento de Barcelona, con el voto favorable de todos los partidos excepto del PP, que se abstuvo. Su alcance son los 36 municipios del Área Metropolitana de Barcelona (AMB).

Barcelona Energia se puso en marcha con el fin de garantizar el suministro de mercados, bibliotecas, cementerios, alumbrado... todos los edificios de titularidad pública. Es la primera parada del trayecto de las comercializadoras públicas, como la que también perfila Palma de Mallorca o como la que planeó Pamplona, frenada el pasado verano. Los municipios de Zaragoza y Córdoba también están estudiando cómo dar el paso. En el caso de Cádiz, cuenta con la participación de Endesa.

A partir del suministro para el consumo propio, queda camino por recorrer. En el caso de Barcelona Energia, en 2019 abrió su servicio a la ciudadanía. Por ley, las empresas públicas pueden realizar lo que se conoce como encargos de gestión con un tope de negocio en el sector privado del 20%. Este porcentaje incluye cualquier encargo que no provenga de sus accionistas, en este caso, el Ayuntamiento de Barcelona y la AMB.

De acuerdo con esta limitación, Barcelona Energia podría realizar unos 20.000 contratos, pero ahora mismo solo tiene 3.000, una cifra todavía alejada de su potencial y que ha proporcionado munición a los grupos de la oposición municipal. Se le acusa de haber inflado las expectativas y de hacer demagogia hablando de soberanía energética.

Torres d’alta tensió © Ajuntament de Barcelona / Vicente Zambrano Torres de alta tensión © Ayuntamiento de Barcelona / Vicente Zambrano

¿Poco? Iu Gallart, director de la empresa pública, se declara “muy satisfecho” con esta cifra. “Prácticamente hemos duplicado el número de clientes en un año. Somos una de las comercializadoras que, en términos relativos, crece más en toda España, al 100%, y figuramos entre las diez primeras en el área metropolitana. Si nos comparamos con proyectos ya consolidados, podemos concluir que estamos en una posición equivalente o mejor que la que tenían estos proyectos después de dos años de vida”. A comienzos de enero de este año, coincidiendo con la ola de frío y la subida de los precios en el mercado mayorista, Barcelona Energia comunicó que había multiplicado por 8,5 sus contrataciones.

No fue la única empresa que percibió un incremento. “Cada vez que aparecen noticias relacionadas con el sector eléctrico que indignan al usuario, la gente se mueve. No sabíamos qué pasaría con la pandemia, pero solo entre finales de diciembre y enero registramos casi 3000 contratos”, afirma Eduard Quintana, socio y portavoz de mercados eléctricos de la cooperativa sin ánimo de lucro Som Energia. Esta sociedad, nacida hace tan solo una década y que opera en toda España, ha experimentado un crecimiento que define como “lineal”, hasta los actuales 124 000 clientes que gestiona. Som Energia es una de las 19 cooperativas de la Unión Renovables, que incluye desde La Corriente, en Madrid, hasta GoiEner, que opera preferentemente en Euskadi y Navarra.

Cabe decir que estamos hablando de actores muy pequeños que apenas hacen cosquillas a los grandes grupos energéticos, que son los que siguen marcando el paso en el mercado. Según datos de la CNMC, en España hay 29,6 millones de suministros activos, de los cuales 18,6 millones se han pasado al mercado libre (fuera de la tarifa regulada). Representan un 63% del total. Pero de estos 18,6 millones, un 83,6% está copado por los cinco grandes (Endesa, Iberdrola, Naturgy, EDP y Viesgo/Repsol). Sin olvidar que hace tres años retenían un 89,5% de cuota. En el caso del mercado del gas, el control de los cinco grandes es del 95,4%.

Ahorro en CO2 y en dinero

Asimismo, Barcelona Energia remarca que, más allá de crecer, tiene otros objetivos, sociales y medioambientales. “En dos años y medio, después del cambio de contrato con Endesa, hemos obtenido un ahorro de 1,3 millones de euros y de más de 100 000 toneladas de emisiones de CO2, y eso equivale a dar 14 000 vueltas al planeta en un coche diésel”, enfatiza Gallart.

La empresa pública de Barcelona saca pecho de los precios competitivos que puede proponer —estima que puede obtener un ahorro de entre un 20% y un 30% sobre los 650 euros anuales que, de media, paga un hogar—, porque declara como meta prioritaria “acompañar a la ciudadanía del área metropolitana hacia la transición energética con un asesoramiento personalizado”, no ganar dinero. “Ni tampoco perderlo”, puntualiza su director. En 2019, Barcelona Energia registró 1,5 millones de euros de beneficios. Los resultados del 2020 no se han cerrado, pero desde el operador se afirma que también serán positivos, y se reinvertirán.

A quien solicita asesoramiento se le realiza un estudio de los recibos de la luz para optimizar la potencia según sus necesidades y, transcurridos tres meses, se analiza su perfil de consumo y se le aconseja la tarifa más adecuada. Si tiene placas en el tejado, la tarifa solar; si quiere más estabilidad, la fija; si busca un precio más competitivo y está dispuesto a arriesgarse a las oscilaciones del mercado, la variable; si quiere un híbrido entre fija y variable, la eficiente, que incentiva el ahorro energético. No ofrece tarifa plana porque considera que esta fórmula no promueve un menor consumo. Las organizaciones de consumidores suelen quejarse de las tarifas planas porque acaban siendo más caras.

Ni al sector ni a los grupos de oposición al gobierno municipal les ha pasado por alto la inversión en publicidad, presupuestada en 250 000 euros, y más teniendo en cuenta el resultado. Cuando se le pregunta sobre ello, Gallart lo justifica. “Viendo el grado de satisfacción de los usuarios y el ahorro energético logrado, considerábamos que debíamos comunicar más los beneficios, a favor de una nueva campaña por una energía 100% renovable, 100% honesta. Si ofrecemos un bien económico y medioambiental para la ciudadanía, seguiremos así”.

¿Qué sentido tiene que, en un marco de liberalización, los ayuntamientos entren en competición? “Desde la economía social, lo que se les puede reprochar es que busquen un espacio que ya ocupan entidades como cooperativas, que funcionan con valores democráticos”, apunta Mario Sánchez-Herrero, director de Ecooo, una empresa de no lucro que trabaja por otra transición ecológica y que se presenta como “el Robin Hood de la energía”. Ecooo adquiere plantas que tenían derecho a elevadas primas y que atrajeron numerosos inversores con grandes capitales sin una especial consciencia ecológica, con la finalidad de socializarlas entre personas con sensibilidad por el medio ambiente. Vende participaciones a partir de 100 euros, con una rentabilidad del 4,5%. En total, ya ha socializado o comprado 150 plantas en toda España. La sociedad tiene un acuerdo para ceder a otras cooperativas —principalmente, Som Energia— la producción de sus plantas, certificada por la CNMC.

Sin embargo, Sánchez-Herrero sí que encuentra otras utilidades a los operadores públicos municipales: dotarse de gente experta en el sector que ayude a los ayuntamientos a ahorrar porque aprenden a comprar energía verde más barata, promover el autoconsumo —tanto en los edificios públicos como el autoconsumo compartido con la vecindad más próxima— y fomentar políticas públicas sociales ante los problemas de los hogares más vulnerables.

En este sentido, Barcelona Energia quiere convertirse en un operador 360 grados, es decir, ofrecer toda la gama de servicios energéticos. Suministrar energía renovable a particulares y a empresas, gestionar excedentes (venderlos al sistema) y, este año, empezar a ofrecer un nuevo servicio de proyectos “llave en mano” para la instalación, el mantenimiento y la explotación de placas fotovoltaicas. También estudia participar en una comunidad energética local y actuar como agregador de la demanda [ver el artículo complementario “Consumo, autoconsumo y no-consumo de energía”].

El límite del bono social

“Está muy bien que haya comercializadoras que no sigan la lógica de mercado, porque la electricidad es un servicio básico para una vida digna. Pero hay que reconocer que el conjunto de grupos alternativos a los grandes no supone más de 200 000 contratos. Y, para los hogares que tienen dificultades, los operadores municipales no son necesariamente la opción más interesante”, opina Sergio Tirado, desde la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), que ha ido elaborando informes sobre pobreza energética en España. Lo afirma a pesar de que los operadores públicos puedan tener una mayor sensibilidad para evitar cortes de suministro. Se refiere al hecho de que, al no tratarse de comercializadoras de referencia, no pueden ofrecer el bono social, que supone descuentos de entre el 25% y el 40%, según los casos, y que es la herramienta principal con la que ahora se hace frente al problema.

Barcelona Energia remarca que parte de su labor consiste en detectar hogares con dificultades, consultar a los servicios sociales del municipio y orientar a los clientes que llamen con un problema de pobreza energética. Como los umbrales de renta para poder acceder al bono social, regulado por el Estado, son muy bajos (11 279 euros para una unidad familiar sin hijos), tal como lamenta la Alianza Contra la Pobreza Energética, el operador público intenta garantizar el suministro de los hogares situados en la franja de consumidores que están entre la situación de vulnerabilidad que marca el bono social y la que marca la ley 24/2015 sobre la emergencia en materia de vivienda y contra la pobreza energética de Cataluña.

Eduard Quintana destaca la relevancia de estos operadores públicos: “Es importante que existan actores que contrarresten el poder de grandes grupos que copan el mercado, igual que lo hacen las cooperativas”. El portavoz de mercados eléctricos de Som Energia considera “a título personal” que “hay que vigilar que estos operadores no acaben convirtiéndose en macroempresas donde los puestos de responsabilidad estén destinados a personalidades que están ahí para facilitarles la jubilación más que por méritos propios”. La cooperativa también ha impulsado por diferentes vías proyectos para generar energía, aunque la proporción de lo que produce respecto a lo que comercializa no llega al 7%.

Barcelona Energia se ha dotado de un consejo ciudadano de carácter consultivo para involucrar a los clientes en la marcha del negocio, en lo que parece un intento de asemejarse a las asambleas de cooperativas. La participación es un reto al que hacen frente las propias cooperativas a medida que crecen.

Todo ello es un primer paso hacia la soberanía energética.

Placa fotovoltaica del Fòrum © Ajuntament de Barcelona / AL PHT Air Picture TAVISA Placa fotovoltaica del Fòrum © Ayuntamiento de Barcelona / AL PHT Air Picture TAVISA

Consumo, autoconsumo y no-consumo de energía

La transición energética supone importantes cambios en la generación de la electricidad, pero también en su consumo. A menudo se habla de los cambios en su producción, pero no tanto de los cambios en su demanda. Y, en cambio, son igualmente esenciales en el proceso de transformación del modelo en el que Barcelona Energia contempla participar.

Se sabe que los generadores de electricidad la ofrecen al mercado y son retribuidos por ello. Pero también existe la posibilidad de ser retribuido por la energía que no se consume. Por ejemplo, si una fábrica puede reducir el consumo (desconectar una parte de su carga) durante determinadas horas y ofrece al sistema esta no-carga, y resulta que el sistema (en este caso, Red Eléctrica) necesita que en esas determinadas horas no se consuma tanto —para garantizar la estabilidad de la red o evitar sobrecargas—, el sistema podría entonces retribuir a la fábrica por este no-consumo.

Como esto acaba siendo un embrollo y es difícil que la ciudadanía y las empresas sepan cómo hacerlo, aparece la figura fundamental de “la agregación”. Un agregador es una clase de representante que se encarga de reunir la demanda de diferentes consumidores para ofrecer al sistema su no-consumo: en una franja de tiempo informa que puede desconectar un número concreto de quilovatios. Y, si es necesario, el sistema se lo retribuye; el agregador cobra un canon por esta intermediación o gestión de la demanda. Las comercializadoras están destinadas a ocupar este lugar, porque ya disponen de los datos de consumo. Pero puede que algunos sean independientes.

Así, el sistema puede retribuir a los usuarios por dos vías: la producción excedentaria de instalaciones de autoconsumo, que no se ha utilizado, y la que deja de consumir de la red en momentos de alta demanda.

 

Comunidades de energía

Otra figura prevista en la nueva regulación, donde el operador público Barcelona Energia estudia intervenir, son las “comunidades de energía”. Se trata de grupos de personas, asociaciones, pymes, entidades y/o autoridades que constituyen una entidad jurídica para realizar una gestión colectiva de la energía que ellos mismos producen, pensando en la sostenibilidad y en fines sociales. No se crean para generar negocio financiero. Los miembros que, de forma voluntaria, participen no pueden estar a más de 500 metros de la instalación.

Estas comunidades tienen puntos de coincidencia con el autoconsumo compartido, pero están más pensadas para proyectos a una mayor escala, como un barrio o un gran polígono, que para una comunidad de propietarios que monta una instalación común para ahorrar en el recibo, reducir emisiones de CO2 y desvincular parte de la energía generada de posibles subidas de precios.

 

Impulso del autoconsumo

Barcelona Energia explica que impulsa el autoconsumo por tres vías: la primera, ofreciendo la tarifa solar para quien tiene placas y autoconsume su electricidad; la segunda, ofreciendo servicios de retribución de los quilovatios excedentarios producidos; y, la tercera, aprovechando la experiencia que da al Ayuntamiento de Barcelona la gestión de placas fotovoltaicas desde 2009, como la emblemática instalación del Fòrum, para gestionar proyectos “llave en mano” de autoconsumo a quien los solicite.

“Estamos ante una gran transformación, y la regulación debe permitir que pueda participar quien quiera, para evitar que la actividad siga concentrada en las manos de siempre. Pero tampoco hay que caer en la ingenuidad; la gran transformación la llevarán a cabo quienes tienen grandes capitales, que son los mismos que los tenían hace 20 años. Grandes empresas, grandes inversores, family offices...”, comenta, con cierto escepticismo, el experto energético David Serrano, consciente de que las grandes empresas del sector han dado un giro y pisan fuerte en el terreno de las renovables. Desde Energia Local, Serrano también advierte de que nos movemos por modas y “fiebres”. “Pasó con la cogeneración, con las plantas solares y ahora lo vemos con el vector del hidrógeno, una energía poco madura aún, pero una prometedora alternativa para almacenar excedentes de energías renovables y para el transporte pesado”.

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