Paternidades en tránsito, hombres por transformar

Ilustración ©Mariona Cabassa

La redefinición de la paternidad está propiciando cambios esperanzadores, pero también plantea interrogantes. ¿Por qué se premia a los hombres por asumir responsabilidades que las mujeres han desempeñado siempre sin que se les diera valor? ¿No estamos cayendo en una especie de “mística” de las nuevas paternidades que mantiene a los hombres en el privilegio? Se trata de cambiar las reglas del juego para construir una democracia realmente paritaria.

El pasado año el escritor Andrés Neuman publicó un hermosísimo libro titulado Umbilical, en el que ponía palabras a la experiencia de la paternidad y daba visibilidad a su lugar en un proceso que siempre ha sido narrado desde la experiencia femenina. En una entrevista concedida con motivo de la publicación, explicaba: “He escuchado a muchas madres, para ensanchar mi propio rol, que no es el mismo que el de la madre pero es más cercano, íntimo e instintivo de lo que creía. Los hombres estamos en un momento de escuchar, de escuchar doble, para tener una visión más precisa y justa del lugar y de los múltiples lugares de las mujeres y redefinir el nuestro”.[1]. Ese proceso de redefinición ha empezado a ser visible de manera muy reciente a través de diversas publicaciones que han puesto el foco en lo que significa ser padre[2]. También los medios de comunicación han mostrado interés por estas “nuevas paternidades” que, irremediablemente, han inaugurado un nuevo “nicho” de mercado[3]. Todo ello al tiempo que empiezan a multiplicarse las propuestas de actividades, congresos y eventos que insisten en conceptos como las paternidades positivas[4].

Todos estos fenómenos se sitúan en un contexto en el que los avances feministas están provocando una reacción global y un peligroso discurso reactivo, alentado por la extrema derecha y que proyecta una renovada misoginia en la manosfera[5]. La progresiva concienciación igualitaria está removiendo los cimientos del orden patriarcal y de la cultura machista, lo cual está generando que una mayoría de hombres anden con la brújula rota[6]. Y así, mientras que un sector significativo de ellos opta por una cómoda pasividad, algunos —me gustaría pensar que cada vez más— llevamos un tiempo tratando de superar al machista que tenemos dentro. En este último grupo abundan los hombres que confiesan que ha sido la paternidad la experiencia que los ha llevado a cuestionarse.

Los poderes públicos han jugado un papel clave en estas transformaciones. Si bien, durante un largo período, la denominada conciliación situó en la mochila de las mujeres el peso de compatibilizar la vida laboral con la familiar, poco a poco se ha ido abriendo paso el objetivo de la corresponsabilidad. En este sentido, la ampliación del permiso de paternidad hasta su equiparación con el de maternidad ha supuesto un significativo avance[7], pese a las evidentes carencias del modelo[8].

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Los datos lo demuestran: la Seguridad Social tramitó 231.775 prestaciones por nacimiento y cuidado de menor en los primeros seis meses de 2023, de los cuales 109.731 correspondieron al primer progenitor, habitualmente la madre, y 122.044, al segundo, normalmente el padre[9]. Ahora bien, esa evolución positiva no es tal si nos fijamos en el número de excedencias para el cuidado de hijos: en el primer semestre del año, solo las solicitaron un 15,45% de hombres, frente a un 84,55% de mujeres. Unos datos que, por cierto, son muy similares a los de las excedencias para el cuidado de personas mayores y/o dependientes.

Los nuevos protagonistas

La lectura de esta realidad sería incompleta si no tuviéramos presente la mayor precariedad del empleo femenino, la feminización de los sectores laborales con menor reconocimiento social y económico, así como la evidencia de cómo hoy por hoy la maternidad sigue siendo un obstáculo para el desarrollo de una carrera profesional exitosa. Dificultades que se acrecientan en los hogares monoparentales, habitualmente compuestos por una madre con sus hijos.

Si a todo lo anterior le añadimos las dificultades de los más jóvenes para acceder a empleos estables y de calidad o para disfrutar de una vivienda digna, tenemos la suma perfecta de condicionantes que nos explican el aumento creciente de mujeres y de parejas que deciden no tener descendencia. De ahí que resulte curioso que sea en estos tiempos, cuando menos niños y niñas nacen, que el foco se ponga en los “nuevos” padres.

Es así como, de nuevo, nos convertimos en los protagonistas, ocupamos la centralidad de la escena y recibimos reconocimiento público. En este sentido, debiera inquietarnos que los hombres recibamos tantos aplausos simplemente por asumir las responsabilidades que las mujeres han desempeñado sin que les diéramos valor, al tiempo que nos preguntamos si basta con una transformación individual, a menudo centrada en lo emocional y en las cargas que también el patriarcado supone para nosotros. ¿No estamos cayendo en una especie de “mística” de las nuevas paternidades que, de nuevo, nos mantiene en el privilegio?[10]

Son indudables los cambios positivos que las estructuras familiares han experimentado en los últimos años, entre ellos los derivados de una mayor presencia de los padres que intentan superar las ausencias tradicionales. Tampoco quitaré valor a cómo los hombres hemos ido incorporando las claves emocionales y de cuidados que siempre nos fueron negadas, muchas de las cuales las ponemos en acción cuando afrontamos esa tarea sin manual que es la paternidad.

Sin embargo, continuamos conformándonos con unas respuestas muy individuales y, con frecuencia, solo afectivas y autocentradas, cuando nos enfrentamos a problemas estructurales que tienen que ver con un modelo de relaciones laborales, de organización de los tiempos y de distribución del valor. Es decir, se trata de cuestiones radicalmente políticas que necesitan de la acción colectiva y de un compromiso que vaya más allá de la voluntad personal. Porque difícilmente avanzaremos hacia un mundo en el que haya una completa paridad, tanto en lo público como en lo privado, mientras no revisemos nuestro modelo productivo y mientras no pongamos la sostenibilidad de la vida en el centro de la política.

Un reto que es la gran revolución pendiente en unas sociedades cada vez más envejecidas y con más personas necesitadas de cuidados, durante más años. Un horizonte al que, por cierto, parecen no mirar las “nuevas” masculinidades, preocupadas por llevar a sus hijos al parque pero no tanto por paliar la soledad de nuestras personas mayores.

Necesitamos, pues, dotarnos de una nueva inteligencia que sea capaz de afrontar la complejidad del presente al tiempo que desmantelamos el orden jerárquico de género. El pasaporte para las mujeres no debería ser la asimilación a la masculinidad hegemónica, como tampoco para los hombres el exclusivo repliegue en una subjetividad emocional. Unas y otros nos equivocamos si no asumimos que se trata de cambiar las reglas del juego, de superar las relaciones jerárquicas y de desmontar los poderes masculinos y masculinizados. Es decir, de superar las democracias formalmente iguales para convertirlas en paritarias. Este tránsito tiene mucho de revolución y necesita, por supuesto, de hombres cuidadores y de padres presentes, pero también exige, con urgencia, más que terapias y buenos sentimientos: una implicación pública y colectiva en otro pacto de convivencia. Más democracia, pues, y más estado social también. Y, claro, menos masculinidad normativa, más hombres corresponsables, sí, pero también y, ante todo, antimachistas e igualitarios.

Referencias bibliográficas

Bacete, R. Papá. Planeta, Madrid, 2021.

González López, M. J. Padres y madres corresponsables: una utopía real. La Catarata, Madrid, 2015.

Lorente Acosta, M. La refundación del machismo. Editorial Comares, Granada, 2023.

Marrades Puig, A. (coord.). El reconocimiento de los derechos del cuidado. Tirant lo Blanch, Valencia, 2023.

Neuman, A. Umbilical. Alfaguara, Barcelona, 2022.

Pazos Morán, M. Contra el patriarcado. Economía feminista para una sociedad justa y sostenible. La Catarata, Madrid, 2018.

Salazar Benítez, O. La vida en común. Galaxia Gutenberg, Madrid, 2021.

Sanfélix Albelda, J. La brújula rota de la masculinidad. Tirant lo Blanch, Valencia, 2020.

Shapiro, J. Cómo ser un padre feminista. Plataforma Editorial, Barcelona, 2022.

Zambra, A. Literatura infantil. Anagrama, Barcelona, 2023.


[1] Sánchez Seoane, L. “Andrés Neuman publica Umbilical: ‘Quería mostrar el tipo de vínculo que se establece con el padre antes de nacer’”. El Independiente, 2022 via.bcn/6ujp50Q3thf

[2] Entre otras muchas, las recientes obras de Ritxar Bacete (Papá, 2021), Jordan Shapiro (Cómo ser un padre feminista, 2022) y Alejandro Zambra (Literatura infantil, 2023).

[3] Como ejemplo, “Paternidades de hoy en día: afectivas, responsables y equitativas” (Cuesta Torrado, S. El País, 2021). via.bcn/ymJm50Q3tqx

[4] Como ejemplo, las Jornadas organizadas por el Gobierno vasco en 2016 con el título “Paternidades que transforman”. via.bcn/MA3A50Q3twT

[5] Véase el informe Jóvenes en la manosfera. Influencia de la misoginia digital en la percepción que tienen los hombres jóvenes de la violencia sexual (Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, 2022 via.bcn/4nNf50Q6RvM) y el libro La refundación del machismo, de Miguel Lorente.

[6] Sanfélix, J. La brújula rota de la masculinidad (Tirant lo Blanch, 2020).

[7] Esta prestación entró en vigor el 1 de enero de 2021 y supuso la equiparación completa de las prestaciones de maternidad y paternidad. En la actualidad, el permiso es de 16 semanas para ambos progenitores y se reconoce como un derecho individual y no transferible. De las 16 semanas, 6 deben disfrutarse inmediatamente después del parto o resolución judicial o administrativa en los casos de adopción, guarda o acogimiento. El resto del tiempo puede disponerse en periodos sucesivos. Más recientemente, el Real Decreto Ley 5/2023 ha introducido nuevas medidas dirigidas a favorecer la conciliación, como el derecho a ausentarse del trabajo hasta 4 días al año por causa de fuerza mayor por motivos urgentes relacionados con familiares o personas convivientes. En el caso del permiso parental, hasta que el menor cumpla 8 años, el decreto especifica que “tendrá una duración no superior a ocho semanas, continuas o discontinuas, y podrá disfrutarse a tiempo completo o en régimen de jornada a tiempo parcial”.

[8]La Plataforma por Permisos Iguales e Intransferibles de Nacimiento y Adopción (PPIINA) denuncia la obligatoriedad de que las primeras 6 semanas se usen simultáneamente y la necesidad de un acuerdo con el empleador si se quieren tomar las 10 semanas voluntarias en diferido via.bcn/7WFR50Q3u66

[9] Lamoncloa.gob. via.bcn/p6Uk50Q3ucp

[10] Resulta curioso el subtítulo “Liberando el potencial de los hombres en el cuidado”, que acompaña al informe Estado de la paternidad en el mundo (Promundo, 2019) y también a la campaña mundial MenCare (impulsada por Promundo y Sonke Gender Justice con el objetivo de fomentar la participación equitativa y no violenta de los hombres y los jóvenes en el cuidado). via.bcn/ipTH50Q3uoy

Publicaciones recomendadas

  • John Wayne que estás en los cielos. Masculinidades, cine y feminismo La Moderna, 2022
  • La vida en común Galaxia Gutenberg, 2021
  • El hombre que no deberíamos ser Editorial Planeta, 2018

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