Paisaje borroso. El tira y afloja de la dispersión

Ilustración ©Rebeka Elizegi

Pese a su historia de ciudades compactas, Europa ha evolucionado hasta convertirse en un continente de paisajes urbanos en dispersión, mosaicos complejos caracterizados por una variedad de usos incongruentes del suelo. La división ordenada entre ciudad, suburbio y campo se vuelve cada vez menos significativa. En cambio, aparecen “paisajes desdibujados”, fruto de todo tipo de alargamientos urbanos y encogimientos rurales.

Hace treinta años, en el ensayo “Whatever Happened to Urbanism?” (1994), Rem Koolhaas definió la dispersión —sin utilizar explícitamente este término— como un síntoma y una causa de la ineficacia del urbanismo, del cual proclamó su fin justamente cuando los urbanistas intentaban rescatar su disciplina volviendo a la urbanidad de la ciudad europea tradicional: “Para los urbanistas, el redescubrimiento tardío de las virtudes de la ciudad clásica cuando ya era definitivamente imposible podría haber sido el punto de no retorno, el momento fatal de la desconexión, la descalificación. Ahora son especialistas en el dolor fantasma: médicos que discuten las complejidades médicas de un miembro amputado”.[1]

Sobre el mismo tema, en S, M, L, XL, Koolhaas pintó, con grandes trazos, un cuadro desolador que representaba “un mundo sin urbanismo, solo arquitectura, cada vez más arquitectura… En los momentos más permisivos nos hemos rendido a la estética del caos, de ‘nuestro’ caos… Si tiene que haber un ‘nuevo urbanismo’, no se basará en la doble fantasía del orden y la omnipotencia; será la escenificación de las incertidumbres”.[2]

En retrospectiva, tanto el momento que narró Koolhaas como su descripción pueden verse como indicios de un triple cambio: un cambio de atención, del centro de la ciudad a la periferia; un cambio de la confianza en la posibilidad de aplicar las lecciones aprendidas de la ciudad europea tradicional a la resignación indiferente a un urbanismo “cualquiera”, que implica reconocer que el diseño urbano es incapaz de “resolver” nada fuera del contexto de la ciudad tradicional, y un cambio desde el diseño urbano comprometido a las observaciones urbanas desapasionadas.

Mientras que la ciudad europea tradicional ha servido de inspiración para proyectos posmodernos, tanto construidos como por construir —desde la muestra Roma Interrotta de 1978 hasta los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, pasando por The International Building Exhibition 1987 (IBA) en Berlín—, los paisajes desdibujados en dispersión no han sido capaces de inspirar esfuerzos similares. No han generado ninguna propuesta de diseño específica, solo perspectivas, desde el no lugar de Marc Augé (1992) hasta el terrain vague de Ignasi de Solà-Morales (1995), desde la città di latta de Paolo Desideri (1995) hasta los paisajes híbridos de Mirko Zardini (1996), y desde el Zwischenstadt de Thomas Sieverts (1997) hasta el Annähernd perfekte Peripherie de Mario Campi, Franz Bucher y, de nuevo, Zardini (2001).

Todos estos eran conceptos teóricos dirigidos a entender mejor, en palabras de Zardini, “el vasto territorio urbanizado” que “llamamos periferia, ciudad difundida, afueras, suburbio…”[3] En ninguno se propone la dispersión como una plantilla de diseño ejemplar, y parece que hay pocas esperanzas de que se pueda incluir o canalizar en un formato más deseable.

Dispersión agrícola
Estas nuevas formas de ver (y etiquetar) la dispersión marcan un momento cultural a finales del siglo pasado, pero ni el fenómeno ni la atención que se le prestó eran totalmente nuevos. Un ejemplo de ello es el artículo escrito por el arquitecto y planificador germanobritánico Gerhard Rosenberg en 1952 para su publicación The Town Planning Review. La obra de Rosenberg “The Pattern of a ‘civilized’ Countryside” trata de la transformación del mundo rural inglés. El uso del término dispersión en esta pieza implica que los lectores de la revista debían estar bastante familiarizados con el fenómeno: “No cabe duda de que los pueblos de las tierras bajas son bellos y vitales, ni tampoco que el crecimiento lineal fue, en muchos casos, letal tanto social como estéticamente, ni que el crecimiento disperso ha contribuido enormemente a arruinar el campo y ha generado demandas exageradas de los recursos del país en interés de una minoría muy reducida que reclama insistentemente el suministro de agua, electricidad y teléfono. Aun así, no deberíamos sobrepasar el poder de nuestra imaginación para emular a nuestros antepasados en la búsqueda de un patrón que siga —y no solo pode— tendencias tan sólidas y orgánicas como la expansión urbana incontrolada y el crecimiento lineal, por un lado, y el desarrollo de la dispersión agrícola, por el otro”.[4]

El punto de vista de Rosenberg parece anticuado en la idea de que el diseño podría resolver la situación, pero su opinión es sorprendentemente avanzada, ya que no solo consideraba la dispersión como un fenómeno urbano, sino que, de forma presciente, también identificaba una dispersión agrícola como una suerte de “agriculturización”, una densificación, intensificación y urbanización del campo a través de actividades agroindustriales.

En este sentido, su interpretación es anterior al concepto de urbanización planetaria de Neil Brenner, que es la consecuencia última de la desaparición de la distinción entre la ciudad y el campo.[5] Brenner afirma que apenas hay lugar en la Tierra que no esté conectado funcionalmente al sistema urbano. Una urbanización planetaria que borra las distinciones artificiales entre la ciudad y el campo, entre el entorno urbano y el rural, entre el núcleo y la periferia, y entre las ciudades formalmente planificadas y la dispersión caótica menos controlada.

Suburbio y dispersión
Aunque la expansión urbana incontrolada no tenga aspecto de ciudad, no significa que todos estos entornos construidos, que aparentemente no tienen un principio ni un final, no adopten un carácter urbano. Ciertamente, suele haber menos densidad que en las partes centrales de muchas ciudades, y es posible que se muestren menos signos evidentes de vida pública y que ni siquiera haya aceras, y menos aún una plaza o un pequeño parque. Puede que estos suburbios no tengan comunidades ni tejidos urbanos unidos estrechamente, ni la estructura y la forma que reconocemos en las ciudades. Pero, aun así, se denomina expansión urbana incontrolada o dispersión urbana por algún motivo, por muy inferior que se considere en comparación con la urbanidad de las ciudades “reales”.

Sería un error pensar que no hay ningún sistema en el desenfreno de la dispersión. Sin duda, tiene formas y patrones, además de una lógica propia. Si alguien dice que la dispersión no tiene forma, probablemente significa que las formas urbanas que ve en ella no le gustan. En el pensamiento de muchas personas con mentalidad urbana, la expansión urbana incontrolada es comparable al de los suburbios que, a menudo, ha sobrepasado. De la misma forma que consideramos que los suburbios —si interpretamos el prefijo literalmente— son solo un poco urbanos (en el mejor de los casos), la dispersión raramente se ve como “realmente” urbana.

Pero la dispersión y el suburbio son animales diferentes. En primer lugar, existe una diferencia de apreciación. A una parte importante de la población parece que realmente le gustan los estilos de vida suburbanos, y que no querría vivir en medio de la ciudad ni en medio de la nada. Sin embargo, parece que nadie anhela vivir en un espacio disperso. Además, existe —o quizá debería decir existía— una idea claramente identificable en el concepto de suburbio, aunque no todos los desarrollos suburbanos sean un reflejo victorioso. Al igual que en el modelo original de la ciudad jardín de Ebenezer Howard, el suburbio estaba perfectamente pensado para combinar las ventajas de la ciudad y del campo.

En cambio, la dispersión es urbanización sin ninguna idea clara. O quizás es mejor decir sin una idea clara. Es el resultado de muchas ideas distintas, el efecto inadvertido pero inevitable de cientos, miles de decisiones individuales, contradictorias, a veces incluso irreconciliables. Es una especie de ciudad urbana, pero no tradicional; puede tener una densidad suburbana, pero es muy diferente de los paisajes residenciales emblemáticos de viviendas unifamiliares idénticas, con césped impecable delante y con garajes dobles y triples. Básicamente, mientras los suburbios dependen de las ciudades —por trabajo, ocio o cultura—, la dispersión no necesita una ciudad per se. Aunque suene tautológico, solo necesita espacio para dispersarse, y no se trata solo del proceso unidireccional de la dilución urbana, sino que, de acuerdo con la observación predictiva de Rosenberg, también puede comportar la concentración agrícola.

Densidades celulares
Las estadísticas de Eurostat se abstienen de utilizar el término dispersión. Como en casi todos los demás campos, los burócratas europeos tienen una perspectiva independiente fascinante de lo que podría implicar el territorio urbanizado. Para ellos comienza con el grado de urbanización, o DEGURBA, una de las muchas siglas de la nomenclatura común de unidades territoriales estadísticas (que también tiene su propia sigla, NUTS). Lo clasifican en tres categorías básicas: densidad urbana, rural e intermedia; esta última, etiquetada oficialmente como ciudad y suburbio. Si bien la forma urbana de una ciudad difiere de la de un suburbio, desde el punto de vista estadístico ambos son lugares de densidad intermedia, donde “menos del 50% de la población vive en celdas rurales y menos del 50% de la población vive en centros urbanos”.[6]

La celda es otro ejemplo maravilloso de separación euroburocrática. Independientemente de la topografía, la cultura y las fronteras nacionales, Europa se divide en celdas de un kilómetro cuadrado, de las cuales se ha establecido el grado de urbanización. Por supuesto, no es tan sencillo. La urbanidad requiere un “clúster de alta densidad” de celdas, con 1.500 habitantes por kilómetro cuadrado como mínimo y una población total de al menos 50.000 habitantes. De la misma forma, las ciudades y los suburbios requieren celdas de un kilómetro cuadrado cada una con un mínimo de 300 personas, que sumen un total mínimo de 5.000 habitantes. Todo lo que hay por debajo de este umbral es rural, salvo que no viva absolutamente nadie en una celda. Por ejemplo, cuando se trata de un paisaje natural, o bien de una industria, un puerto, un aeropuerto o cualquier otro tipo de infraestructura.

Siguiendo la lógica de las cuadrículas de densidad de población, en 2021, el 38,9% de los ciudadanos de la Unión Europea (UE) vivía en una ciudad grande; el 25,2%, en zonas rurales; y el 35,9%, en ciudades pequeñas y suburbios.[7]

El diagrama de Venn
Los clústeres de densidad y las cuadrículas son solo una parte de la historia. Eurostat también analiza las áreas urbanas funcionales (FUA), la fusión de núcleos urbanos —de 50.000 habitantes o más— y sus zonas de desplazamiento, que se consideran como tales si al menos el 15% de la población se desplaza para ir a trabajar. Las FUA muestran lo generalizada que es la urbanización europea, con unas 800 ciudades en toda la UE donde vive el 40% de la población, rodeadas de nebulosas de zonas de desplazamiento, donde reside otro 20%.[8]

No obstante, las FUA no revelan nada sobre su forma urbana, que a menudo no puede reducirse a las celdas ternarias de Eurostat, que son urbanas, suburbanas o rurales (o vacías). Por ejemplo, poco más de la mitad de los Países Bajos son tierras agrícolas (54%). Sin embargo, las áreas urbanas funcionales abarcan aproximadamente el 70% del territorio del país. Esto significa que, en un diagrama de Venn del uso del suelo del país, alrededor del 30% del territorio holandés es a la vez urbano o suburbano, y rural. Este territorio de dispersión rural, que muestra mayoritariamente una expansión urbana incontrolada, no es el campo de tranquilidad, vida sencilla y proximidad a la naturaleza que a menudo se ha idealizado. Más bien es el hábitat de personas, cantidades impresionantes de animales para el consumo humano y una agroindustria altamente contaminante, pero también actividades como plantas industriales, granjas solares y centros de distribución.

Estira y afloja
Si bien es una idea preconcebida que Norteamérica presenta la mayor expansión urbana incontrolada, la realidad contradictoria sitúa a Europa como líder en este sentido. La Agencia Europea de Medio Ambiente concluyó, en el informe Urban Sprawl in Europe de 2006, basado en datos del proyecto Monitoring Land Use Dynamics (MOLAND), que “las tendencias históricas, desde mediados de la década de 1950, muestran que las ciudades europeas se han expandido de media un 78%, mientras que la población solo ha crecido un 33%. Una consecuencia importante de esta tendencia es que estas urbes se han vuelto mucho menos compactas. Los densos barrios anejos han sido sustituidos por bloques de apartamentos independientes y casas adosadas y unifamiliares”.[9] El informe continúa así: “En la mitad de las zonas urbanas estudiadas en el proyecto MOLAND, más del 90% de todas las áreas residenciales construidas después de mediados de los cincuenta eran de baja densidad, con menos del 80% de la superficie cubierta por edificios, carreteras y otras estructuras”.[10]

Investigaciones recientes de Martin Behnisch, Tobias Krüger y Jochen Jaeger subrayan esta dispersión, al descubrir que la expansión urbana incontrolada había aumentado a escala mundial casi un 100% en 25 años, desde 1990 hasta 2014. Y aún más sorprendente: que “la expansión urbana incontrolada a escala continental en 2014 fue mayor en Europa que en Norteamérica”.[11] Desglosado por regiones, las partes del mundo que han experimentado una mayor expansión son Europa occidental, el sur de Europa y el norte de Europa. Norteamérica es la cuarta, seguida directamente por Europa del Este.

Europa está cada vez más definida por una doble tendencia de estiramiento urbano y encogimiento rural, cuyo resultado neto es una serie de fenómenos que se desarrollan en los límites de los pueblos y las ciudades, continúan en los suburbios vecinos, afectan a la periferia circundante, determinan las zonas periurbanas y exurbanas, y transforman las tierras agrícolas. Es posible que este paisaje borroso no guste a mucha gente y que sus formas urbanas desafíen cualquier categorización convencional, pero, sin duda, ha llegado para quedarse.

References

[1] O.M.A. Koolhaas, R. i Mau, B. S, M, L, XL [Small, Medium, Large and Extra Large], 963. 010 Publishers, Rotterdam, 1995.

[2] Ibíd., p. 967-969.

[3] Zardini, M. “Premessa”. Paesaggi ibridi: Un viaggio nella città contemporanea, 17. Skira, Milà, 1996.

[4] Rosenberg, G. “The Pattern of a ‘Civilised’ Countryside”. The Town Planning Review, 23, 1, 61. Abril de 1952.

[5] Brenner, N. J. (ed.). Implosions/Explosions: Towards a Study of Planetary Urbanization. Jovis, Berlín, 2014.

[6] Eurostat. Urban Europe: Statistics on cities, towns and suburbs, 25. Oficina de Publicaciones de la Unión Europea, Luxemburgo, 2016.

[7] “Urban-rural Europe: Introduction”. Eurostat. via.bcn/7hFl50Qzuz1

[8]  La zona de desplazamiento se hace eco de la vieja idea del suburbio como comunidad dormitorio, para los trabajadores que tienen su trabajo en otro lugar, en la ciudad. No obstante, según las cifras de 2019, más del 40% de la población activa en la UE trabaja ocasionalmente o siempre desde casa.

[9]  Urban sprawl in Europe. The ignored challenge, 11.Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas, Luxemburgo, 2006.

[10] Ibíd.

[11] Behnisch, M., Krüger, T. y Jaeger, J. A. G. “Rapid rise in urban sprawl: Global hotspots and trends since 1990”, PLOS Sustainability and Transformation, 1, 11, 8. Noviembre de 2022. via.bcn/72OY50QzuA2

Publicaciones recomendadas

  • Modern Architecture: A Planetary Warming History The Architecture Observer, 2023
  • Make It Anew Hans Ibelings y Diederendirrix Architects The Architecture Observer, 2018
  • Rise and Sprawl: The Condominiumization of Toronto The Architecture Observer, 2016

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