La espiritualidad combativa de Josep Maria Esquirol

Il·lustració. © Sandra Rilova

La filosofía de la proximidad de Josep Maria Esquirol parte de la descripción de las experiencias constitutivas de la situación humana y nos da una visión antropológica de lo humano, concreta y comprensiva. Esta filosofía busca de manera muy clara vecindad del pensamiento espiritual o, mejor dicho, de la actitud espiritual.

Las experiencias espiritualmente más hondas no provienen de meditaciones intelectuales profundas, sino de la visión privilegiada de algo concreto.

Nicolás Gómez Dávila

Introducción a la filosofía de la proximidad

1. La filosofía de la proximidad de Josep Maria Esquirol incide de forma recurrente en el tema de los inicios. El inicio absoluto, nos dirá en su último ensayo, es el hecho que mejor explicaría el nacimiento de cada uno de los niños y niñas que llegan al mundo. Un acontecimiento singular y extraordinario que, precisamente por el hecho de ser inicio absoluto, anula cualquier posibilidad de explicación previa. “Sin explicación, sin fundamento, sin ninguna razón que dé cuenta de ello” (Humà, més humà, Acantilado, p. 33). Nos dice, pues, que el acontecimiento concreto del nacimiento lleva inscrito de forma plena su propio significado, y que la filosofía que quiera hablarnos de ello deberá ser discreta y atenta, que ejerza más cuidadosamente la observación que la explicación, que hable poco, pero que hable bien, con respeto. Y, con todo, es una filosofía que habla precisamente “de lo que casi no se puede hablar”, modificando muy ligeramente pero de forma significativa la célebre proposición wittgensteiniana. Habla de las cosas concretas.

Este planteamiento filosófico ha sido continuado a lo largo de todo el recorrido de la filosofía de la proximidad. Podríamos decir que su fecundidad creativa ha consistido en un ejercicio riguroso de contención, de una gran austeridad. Ha sostenido su reflexión sobre un punto fijo y ha cumplido esta tarea de profundización y de clarificación que ha ido llegándonos en cada uno de sus últimos libros. Sobre este punto fijo se ha producido este largo y fructífero recorrido. Y es por eso que ahora somos nosotros quienes tomaremos la filosofía de Josep Maria Esquirol como inicio, como pasarela para acceder a territorios que le son fronterizos.

¿Podemos hablar propiamente de espiritualidad desde la filosofía de la proximidad? En tanto descripción de las experiencias constitutivas de la situación humana, es una filosofía que lleva a cabo un trabajo de base, podríamos decir, y nos da una visión antropológica de lo humano, concreta y comprensiva a la vez, que tiene unas implicaciones indiscutibles en sus dimensiones más fundamentales. Y, de hecho, vemos que su camino busca de forma muy clara la vecindad del pensamiento espiritual o, mejor dicho, de la actitud espiritual (y también de la expresión poética, del canto) para acercarse al lugar donde la esencia de la vida humana es más clara y honda.

Pan y canto para vivir

2. “Se necesita poco para vivir. Pan y canto”. Este es el pórtico que atravesamos para entrar en Humano, más humano, un lema que no debemos olvidar porque nos lleva al propio centro de su pensamiento. Fijémonos, pan y canto son dos cosas hasta cierto punto contrapuestas: la materialidad básica del pan, el componente más básico de nuestras comidas, ante el canto, creación musical y poética del espíritu. Pero hay que ver su concordancia si queremos entrar de manera adecuada en la filosofía de proximidad. Solo permaneciendo cerca de lo sencillo y más básico no perderemos el contacto con un fondo de realidad que ya es, propiamente, el espacio espiritual: “Desde Lastenia, discípula de Platón, hasta Margarita, hermana de la caridad, quien hace que el pensar transforme su vida es una persona espiritual, sin ostentación. Alguien que se levanta por la mañana, trabaja, cuida a su gente, se distrae... Pero casi en todo lo que hace se percibe un aire diferente, se vislumbra algo especial, raro” (Humano, más humano, p. 16).

Es eso, la humildad como punto de partida. Y Francisco de Asís como su maestro indiscutible, por su disposición a la dulzura, por su disposición al servicio. Al mismo nivel y junto a los demás es el único lugar posible lejos de cualquier tipo de violencia. Porque se trata precisamente de eso, de no dañar; se trata justo de lo contrario, de cuidar, de ser médicos de nosotros mismos y de los demás. Este es el principal argumento. No es extraño que Josep Maria Esquirol tenga afición por esta profesión y por sus oficiantes. Por ejemplo, por el doctor Rieux, el médico de La peste de Albert Camus. Rieux da esta réplica definitiva al padre jesuita Paneloux, con quien mantiene una polémica que este último quería teológica; dice Rieux: “Nosotros trabajamos juntos por algo que nos une más allá de las blasfemias y de las plegarias. Solo eso es importante”.

¿Y qué sería lo importante? No ceder ante las fuerzas y amenazas que estropean la vida. Es decir: la lucha necesaria contra pestes y pandemias, contra la comodidad y contra el fatalismo, contra la confusión y desgaste… Al contrario, mantener, guardar, generar más sentido, curar. De ahí la importancia que toma la resistencia ante la finitud y la muerte inevitables, pero también la resistencia ante aquellas desorientaciones y degeneraciones que provocamos nosotros mismos (la excesiva abstracción, la desconexión, la banalización, la despersonalización…). Mantener abierto y desbrozado el camino que nos conduce a la experiencia, a la cercanía de las cosas y de los demás. No dejamos de hablar de lo mismo, de procurarnos una buena orientación. Es por eso que la expresión de la espiritualidad más honda es canto, pero también es pan; sobre todo, pan compartido: “Tal vez la mejor lección que un filósofo puede aprender del franciscanismo es llegar a ser, más allá de toda altivez, un filósofo menor en medio de los hermanos menores” (Humano, más humano, p. 126). La filosofía más radical, una filosofía menor, punto de encuentro entre pan y canto.

Il·lustració. © Sandra Rilova © Sandra Rilova

Ser i fer al costat de la ferida

3. Perquè la humanitat se sosté precàriament i és vulnerable. Aquesta és la certesa primera, ens diu Josep Maria Esquirol, i el punt de partida de qualsevol comprensió que pretenguem sobre l’humà. A contracorrent d’una concepció d’una humanitat activa i poderosa d’arrel moderna, però també contra una certa visió postmoderna que ha decretat la mort de l’humanisme i del mateix humà. La filosofia de la proximitat es fa resistent en un humanisme que podríem qualificar de concret. Situa en el centre mateix de la realitat l’algú, la persona concreta amb nom propi. Des de cap concepció filosòfica o científica podrem menysprear o dissoldre aquest punt de partida i d’arribada, aquest algú amb nom: l’Anna, el Joan… Sí, la concreció i la singularitat de la persona són el punt de referència bàsic d’aquest pensament.

Parlem, doncs, d’aquest algú singular i vulnerable que és l’humà. Això vol dir que és una concreció oberta perquè partim de la seva passivitat, de la seva capacitat de ser afectada, de ser ferida. D’una prodigiosa capacitat d’afectació oberta als altres, però també a realitats que ens depassen i ens situen: el misteri de la vida que som, la mort que ens sotraga, el món que és la nostra realitat immesurable, l’alteritat —el tu— a qui no puc deixar d’adreçar-me. Aquests són els components de la nostra ànima, i la nostra ànima mateixa, se’ns diu. I això som, aquesta misteriosa configuració, impossible de reduir per la sola raó, d’algú amb nom propi i d’infinit.

I la filosofia de la proximitat, tot seguit i sense floritures, es dirigeix immediatament a l’acció, que és el que compta, es vol subratllar. 

Estar y hacer al lado de la herida

3. Porque la humanidad se sostiene precariamente y es vulnerable. Esta es la certeza primera, nos dice Josep Maria Esquirol, y el punto de partida de cualquier comprensión que pretendamos sobre lo humano. A contracorriente de una concepción de una humanidad activa y poderosa de raíz moderna, pero también contra una cierta visión posmoderna que ha decretado la muerte del humanismo y del propio humano. La filosofía de la proximidad se hace resistente en un humanismo que podríamos calificar de concreto. Sitúa en el propio centro de la realidad el alguien, la persona concreta con nombre propio. Desde ninguna concepción filosófica o científica podremos menospreciar o disolver este punto de partida y de llegada, este alguien con nombre: Anna, Joan… Sí, la concreción y la singularidad de la persona son el punto de referencia básico de este pensamiento.

Hablamos, pues, de este alguien singular y vulnerable que es el humano. Eso significa que es una concreción abierta porque partimos de su pasividad, de su capacidad de ser afectada, de ser herida. De una prodigiosa capacidad de afectación abierta a los demás, pero también a realidades que nos superan y nos sitúan: el misterio de la vida que somos, la muerte que nos sacude, el mundo que es nuestra realidad inconmensurable, la alteridad —el tú— a la que no puedo dejar de dirigirme. Estos son los componentes de nuestra alma, y nuestra propia alma, se nos dice. Y eso somos, esa misteriosa configuración, imposible de reducir por la sola razón, de alguien con nombre propio y de infinito.

Y la filosofía de la proximidad, todo seguido y sin florituras, se dirige inmediatamente a la acción, que es lo que cuenta, se quiere subrayar. Se trata de situarse, de ayudar a pensar sin ocupar excesivamente el pensamiento, incluso de retirarse para dejar pasar un poco de luz y de silencio atento para responder de forma adecuada. Y la acción siempre tiene carácter de respuesta, es hacerse cargo de lo que nos llega de los demás. Si a esta afectación Josep Maria Esquirol la llama herida es para dar cuenta de la profundidad de la afectación como, por ejemplo, hiere el amor; “de tal modo que vivir es, en el mejor de los casos, estar cerca de esta herida y hacer a partir de su vibración”.

Juntar para crear sentido

4. La acción es juntura. En realidad, la cuestión más importante del pensamiento y de la espiritualidad es el juntar. El logos nos remite al trabajo del pensamiento y del lenguaje que relaciona y liga; la religión, religatio, es religación. Como si ya en el origen sufriéramos algún tipo de corte doloroso que tuviéramos que ir cerrando, aun sabiendo que no se podrá cerrar nunca del todo. La juntura filosófica es cuidado y respeto por cada cosa concreta, es articulación sin confusión, es amparo y búsqueda de sentido (orientación). Es no dejarse seducir por ninguna comprensión plana y homogénea de las cosas (hoy tan habitual), ni caer en la opción contraria, la de interpretar la realidad como un conjunto de antítesis radicalizadas sin posibilidad de relación (algo también tan habitual actualmente). La juntura es un movimiento de creación de sentido a partir de la articulación de sentido que no deja de reconocer la diferencia entre las cosas; en el propio juntamiento radica el sentido.

Por eso la filosofía de la proximidad es una filosofía de los intermedios, de los límites. Juntura entre lo concreto y lo concreto, entre persona y persona, y entre lo humano y sus infinitos. Es decir, el límite no como ese punto donde algo acaba, sino como punto de encuentro y de inicio. De nuevo, inicio, porque la tarea es inacabable, dada nuestra situación de intemperie y las numerosas adversidades que nos rodean. Tanta es la dificultad y tanto el trabajo pendiente que se nos presenta que hay que contar con la paciencia de la espera, es decir, con la esperanza, con el misterio de un nuevo inicio en el que nuevas junturas puedan crear nuevo sentido: “Más mundo, más vida, más sentido”.

Porque se trata de una espiritualidad combativa que saca fuerzas de lo más cercano y que saca fuerzas de la infinitud que misteriosamente nos constituye. Somos esta juntura entre nombre propio y la apertura que nos dice que nada es definitivo ni acabado. La conspiración del desierto, lo llama Josep Maria Esquirol, de quienes, con mirada atenta, se dan cuenta de la situación y pueden decir, con el doctor Rieux: “Nosotros trabajamos juntos por algo que nos une más allá de las blasfemias y de las plegarias”. Tarea menor: un poco de pan, un poco de canto.

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