Europa, sistema de ciudades

Ilustración ©Rebeka Elizegi

Europa, donde cerca del 80% de la población es urbana, es un sistema de ciudades policéntricas y dinámicas que funciona como exoesqueleto del desarrollo del continente. A través de las relaciones y cooperaciones entre ciudades y territorios, se puede conseguir la potenciación de la equidad territorial, superar los retos actuales y consolidar una calidad de vida para todas las personas.

En 1991 Pasqual Maragall escribió que Europa era el continente urbano por excelencia: “Me gusta definir a Europa como un sistema de ciudades”. Lejos de las imágenes de las explosiones urbanas de otros continentes, Europa hace muchas décadas que está altamente urbanizada y ha seguido unos patrones singulares de urbanización que la distinguen del resto del mundo. En un continente donde cerca del 80% de la población es urbana, se consolida un territorio con una estructura de ciudades policéntrica, en distintos grados según los estados, con la extensión de los servicios urbanos por toda la geografía, el crecimiento de las deseconomías de aglomeración de las ciudades más grandes y las metrópolis y la imbricación dinámica y fluida de los espacios de vida, que disocian trabajo, residencia, consumo y ocio.

El desarrollo (lo definamos como lo definamos) nunca se produce de manera uniforme en el espacio. Todos los procesos sociales y económicos tienen efectos territorialmente desiguales. Entre la dimensión global y la comunidad local hay muchas escalas, desde la municipal, metropolitana, regional, subnacional, nacional y supranacional hasta la global. Algunos territorios ganan y otros pierden, y se generan lo que se llaman las geografías del privilegio (con concentración y atracción de bienes y talentos) o las geografías del descontento de aquellas poblaciones y territorios que quedan fuera de los ejes o de los impactos positivos del desarrollo. Aunque se mantiene la evidencia de que las grandes ciudades tienden a aprovechar las externalidades de la aglomeración para atraer oportunidades, servicios, infraestructuras y talento, Europa tiene posibilidades de añadir a los principales motores impulsores del crecimiento, que son las metrópolis, otros territorios, como las ciudades medianas y pequeñas.

El sistema urbano europeo
El actual sistema urbano europeo es policéntrico y dinámico, el resultado de procesos históricos, de inversiones, de dinámicas a diferentes escalas, de las políticas y actuaciones de las ciudades o las regiones urbanas (de especialización, de producción, de atracción, de marketing…), de las estrategias europeas y de las políticas y prácticas de los estados-nación de la Unión Europea (UE). El dinamismo del sistema urbano se explica también por los procesos de ampliación de la UE, la consolidación de las estrategias de las macrorregiones[1] y las eurorregiones,[2] y la construcción y la apertura de algunas de las infraestructuras estratégicas[3] recogidas en la Red Transeuropea de Transportes, diseñada para mejorar la conectividad y competitividad del continente y reforzar la cohesión territorial, social y económica de la UE.

Se trata de un sistema urbano en el que destacan dos ciudades, París y Londres,[4] de escala, calidad y funciones globales, y una serie de centros urbanos, capitales de los estados miembros o estados candidatos, en crecimiento (Helsinki, Riga, Estocolmo, Budapest, Praga…) por el papel y poder político y financiero que les otorga la UE. Decenas de ciudades o regiones urbanas de tamaño medio, muy heterogéneas en dimensión y características, ocupan ciertos nichos de especialización que incluyen desde la aeronáutica hasta la educación, pasando por la logística, los servicios de salud, las empresas TIC, la investigación, la fotónica, la movilidad eléctrica, la alimentación sostenible o el turismo.

Son las llamadas nuevas ciudades globales. Muchas tienen un gran reconocimiento internacional y suman ventajas gracias a sus alianzas y relaciones (Róterdam, Lyon, Manchester, Múnich, Barcelona, Cracovia, Amberes, Colonia, Stuttgart, Wolfsburgo, Aalborg…). Estas urbes crean espacios más o menos estructurados institucionalmente y constituyen los llamados “racimos de uvas”, formados por ciudades intermedias o pequeñas que desempeñan un papel en la región urbana en función del aprovechamiento de la conectividad o del llamado “tamaño prestado”.[5] Las ciudades europeas son el exoesqueleto de la integración europea y sus hubs de vinculación a los procesos de internacionalización, regionalización y globalización.

Corredores y áreas
Ejes, infraestructuras, regiones urbanas, regiones transfronterizas, eurorregiones, áreas metropolitanas, grandes ciudades, medianas y pequeñas, pueblos aislados, pueblos en red, espacios despoblados… El territorio europeo se debate en la eterna tensión entre el espacio de las redes y los flujos, por un lado, y el espacio de las áreas y las fronteras, por otro. Las políticas europeas territoriales[6] otorgan valor a la interdependencia de los territorios y la necesaria cooperación entre distintos territorios, varios niveles de gobierno, diferentes sectores y diferentes actores sociales para hacer frente a asuntos y retos complejos. También abordan las tensiones constantes entre la competitividad y la generación de masa crítica y de atracción de personas, inversiones, visitantes y recursos, por un lado, y la necesidad de conseguir la equidad territorial, por otro.

El equilibrio territorial requiere una comprensión común de que las necesidades de desarrollo y los impactos futuros diferirán entre territorios a lo largo y ancho del continente. Junto a la dimensión, la conectividad urbana internacional, nacional y regional desempeña un papel esencial. Parte de las externalidades positivas de las aglomeraciones pueden extenderse por las redes de ciudades y por los ejes de conexión. Estar bien insertado en una red de ciudades y bien conectado a otros núcleos urbanos (físicamente o por cooperación) puede sustituir parcialmente a las economías de aglomeración derivadas de la dimensión urbana y la pertenencia a áreas metropolitanas.

Hoy, las ciudades se definen por la posición que ocupan en las estructuras reticulares de los territorios en los que se insertan, que les permite el acceso a recursos y funciones que de otro modo no tendrían. En este contexto, la gestión de las agrupaciones de ciudades (regiones urbanas, áreas metropolitanas), de los sistemas urbanos y de las redes de ciudades es decisiva para el progreso de Europa. Esto significa tener en cuenta la autonomía local, el principio de subsidiariedad, las asimetrías entre núcleos, los conflictos en las redes y sistemas, las complementariedades y el reconocimiento de la cooperación territorial, económica y social a través de la promoción del sentido de solidaridad e identidad de propósito entre regiones y ciudades en todo el territorio de la Unión.

Esta inserción, de algún modo, permite aprovechar el tamaño prestado, un concepto político emergente en varios países europeos. El tamaño prestado puede habilitarse en las áreas metropolitanas si se abordan los retos conjuntamente y de forma complementaria, o mediante interacciones en clústeres o redes de ciudades a múltiples escalas espaciales (que sirven como sustituto de los beneficios de la aglomeración). Estas estrategias ayudan al posicionamiento de las ciudades intermedias y de las que se encuentran fuera de los corredores de desarrollo, lo que hace que los beneficios de las inversiones en los ejes europeos se redistribuyan sobre el territorio.

Los corredores europeos unen puntos del territorio, generan nuevas áreas de actividad, reposicionan los centros urbanos e integran el continente europeo, pero necesitan asegurar la conexión y difusión de estas ventajas hacia las áreas de influencia y territorios intermedios y hacia aquellas áreas que se vacían de población y actividad. Los corredores solo pueden capilarizarse si se convierten en telarañas a través de la conectividad (física y digital), la expansión de los servicios generales y la pertenencia a redes de diferentes escalas. También ofrecen la ocasión de igualar oportunidades sobre el territorio y reducir las geografías del descontento, que cada vez tienen más impactos sobre las opciones políticas antidemocráticas o antieuropeas. Los lazos de solidaridad entre ciudades, las nuevas centralidades, las capitalidades, los transportes innovadores, la diferenciación fiscal o la reindustrialización de espacios antes industriales pueden ayudar en este ingente reto.

Colaboraciones en el epicentro
Barcelona —el área metropolitana y la región— es una de las nuevas ciudades globales, claramente insertada en el sistema urbano europeo y con relaciones y conexiones que la ayudan a mantener su atractivo y sus ventajas. Esta participación activa en el sistema urbano europeo y mundial es un impulso importante, donde aparecen tres estrategias relevantes.

La primera es la promoción activa de las relaciones funcionales y transaccionales en múltiples dimensiones y escalas: ciudad-estado, ciudad-región, ciudad-ciudad internacional, ciudad-ciudad local, ciudad-empresas y ciudad-actores internacionales. La segunda es el establecimiento de colaboraciones o alianzas que superen los marcos administrativos municipales o autonómicos y el desarrollo de marcos regulatorios o fórmulas de gobernanza que faciliten estas relaciones. La tercera sería la capacidad de combinación de la acción en redes urbanas funcionales con las conexiones de acoplamiento con las instituciones nacionales y multilaterales existentes.

La gobernanza, no solo metropolitana sino urbana, será uno de los retos de las próximas décadas. Deberemos buscar soluciones creativas a los desacoplamientos actuales de actividades con las necesidades y las fiscalidades, por un lado, y las flexibilidades en la definición de alianzas, de construcciones conjuntas y de soluciones o cooperaciones discontinuas en el ámbito geográfico, por el otro. No podemos pensar la ciudad o la metrópoli de forma individual o solo en relación con los corredores. Debemos pensar, planificar y ordenar todo el territorio, de modo que Europa no se divida entre geografías del privilegio y geografías del descontento.


[1] Hasta ahora, la Unión Europea ha aprobado cuatro macrorregiones como iniciativas intergubernamentales: del Mar Báltico (2009), del Danubio (2010), Jónica y Adriática (2014) y Alpina (2015). Entre las cuatro engloban 27 países (UE y no UE) y más de 340 millones de personas.

[2] Existen muchas eurorregiones, que representan el funcionamiento de una Europa sin fronteras. La Eurorregión TriRhena es una plataforma trinacional de cooperación política en la región del Rin Superior, que engloba las aglomeraciones urbanas de Colmar, Mulhouse, Friburgo de Brisgovia, Lörrach y Basilea, en Francia, Alemania y Suiza. Ocupa un territorio de 8.700 km2 y reúne a 2,3 millones de personas. La Eurorregión Mosa-Rin, creada en 1976 y con estatuto jurídico establecido el 1991, tiene una extensión de 11.000 km² y cerca de 3,9 millones de habitantes alrededor del corredor de las ciudades de Aquisgrán-Maastricht-Hasselt-Lieja.

[3] Algunas grandes infraestructuras que han impactado en la conectividad, la ordenación del territorio y el posicionamiento de sus núcleos urbanos son el túnel del Canal (que une Londres, Lille, Bruselas y París), el puente del Øresund (Copenhague-Malmö), la Rail Baltica (Tallin-Riga-Varsovia), el túnel de base del Mont d’Ambin (entre Lyon y Turín) o el túnel de Fehmarn Belt (entre Dinamarca y Alemania), además de las redes ferroviarias de alta velocidad o la modernización de los puertos.

[4] Londres, ahora fuera de la UE, conserva un papel clave en el sistema urbano europeo.

[5] En 1973, William Alonso utilizó el término tamaño prestado para explicar la desconexión entre el tamaño y la función de las ciudades más pequeñas que formaban parte de un complejo urbano megalopolitano. Sugirió que las áreas urbanas más pequeñas “toman prestadas” algunas de las mayores ventajas de aglomeración de sus vecinos, evitando al mismo tiempo los costes de aglomeración. Aunque Alonso se centró principalmente en el tamaño prestado de sitios geográficamente cercanos, en una economía mundial en constante expansión, su argumento puede extenderse fácilmente a redes de ciudades, en general, y no solo implicar conectividad de redes regionales, sino también nacionales e internacionales. El concepto de tamaño prestado está estrechamente relacionado con los de tamaño/dimensión de la ciudad, conectividad de la red y funciones metropolitanas en Europa.

[6] Desde la Perspectiva de Desarrollo Territorial Europea (Potsdam, 1999) hasta la Agenda Territorial 2030 (con su declinación urbana en la Nueva Carta de Leipzig), Europa pone en valor la planificación territorial y estratégica y la dimensión territorial de las políticas sectoriales en todos los niveles de gobierno.

Publicaciones recomendadas

  • Ciudades, una ecuación imposibleMireia Belil, Jordi Borja y Marcelo Corti (ed.) Icaria Editorial, 2012

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