El futuro no está escrito

Il·lustració. © Susana Blasco

Las crisis se encadenan una tras otra y las turbulencias que generan nos golpean de forma cada vez más intensa. La ciudadanía empieza a ser consciente de que el bienestar del que gozamos puede estar en peligro.

Pero las tormentas que nos amenazan ahora venían fraguándose desde hacía mucho tiempo. El cambio climático, la crisis energética, la escasez de alimentos, las grandes migraciones, la inseguridad vital creciente y muchos de los conflictos bélicos que se han desencadenado en las últimas décadas no son fenómenos que surgen de la noche a la mañana. La mayoría de ellos son el resultado de un largo proceso que ahora llega al punto de eclosión.

Son crisis que, por primera vez, tienen alcance planetario. Nos afectan a todos. El cambio climático es el paradigma de ello: es un fenómeno global que se expresa imprevisiblemente en el ámbito local en forma de alteraciones meteorológicas cada vez más intensas y más frecuentes. Ya no es una cuestión discutible, sino una experiencia cotidiana que genera miedo del futuro y una incertidumbre objetiva compartida por millones de personas. La emergencia climática se encadena con una crisis energética y de escasez de muchos de los  recursos naturales que sustentan el actual modelo productivo. Nos acercamos a una encrucijada peligrosa. La incertidumbre y la incapacidad de los poderes públicos para dar soluciones a las distintas crisis puede llegar a poner en peligro la propia democracia.

Pero el futuro no está escrito: depende, como siempre, de lo que hagamos. Podemos avanzar hacia el precipicio con soluciones autoritarias, que profundizan los problemas y las desigualdades sociales, o podemos convertir todas estas amenazas en una oportunidad para fortalecer la democracia y construir una sociedad más sostenible y equitativa. No es por falta de conocimiento por lo que todas estas crisis nos han pillado con la guardia baja. De hecho, vivimos unos tiempos privilegiados en los que, como dice Yuval Noah Harari, el hambre y muchas de las graves enfermedades que han azotado a la humanidad a lo largo de la historia han dejado de ser fuerzas incontrolables de la naturaleza. Disponemos de conocimientos y de herramientas de intervención que no teníamos antes. El gran reto es no dejarnos apabullar ni paralizar por la magnitud de los problemas. En estos tiempos de incertidumbre es importante disponer de espacios de reflexión como la Bienal de Pensamiento y compartir ideas como las que podéis encontrar en las páginas siguientes de autores que participan en ella.

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