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Barcelona cultura

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Teatro de la experiencia. El Conde de Torrefiel y Agrupación Señor Serrano

Mar 07/11/2017 | 12:06 H

Por Andreu Gomila

A pesar de la crisis económica, institucional y la práctica desaparición de las formas nuevas de los grandes teatros de Barcelona en los últimos años, hay un teatro parido en la ciudad, barcelonés, que ha abierto vías alternativas, singulares, y que está triunfando norte allá: hablamos, sobre todo, de dos compañías, Agrupación Señor Serrano y El Conde de Torrefiel. Artistas jóvenes, pero no tan jóvenes, que se mueven entre los 35 y los 45 años, que estrenan en Bruselas, Roma o Berlín con total naturalidad, con una idea de teatro a menudo muy ligada al concepto de la autoficción literaria, a la poesía de la experiencia, con el yo como centro de la creación escénica. Herederos, seguramente, de Carles Santos o Roger Bernat, aunque con una estética particular y un mundo propio: no usan referentes externos, por ejemplo, como Bach o Sophie Calle, sino que crean sus espectáculos desde cero, como un todo.

El mismo Bernat me decía hace unos meses, antes del estreno en el Grec de 'No se registran conversaciones de interés' que el teatro es el único lugar donde se puede pensar lo impensable, lo que no tiene lugar ni en los espacios políticos ni en los religiosos . Y eso, como motor de búsqueda, es lo que empuja a artistas y colectivos como El Conde de Torrefiel y Agrupación Señor Serrano, pero también a Los Corderos, Atresbandes, Txalo Toloza, Sònia Gómez, Macarena Recuerda, Marta Galán... Y no nos olvidemos de la etapa que ha abierto Àlex Rigola con su versión desnuda del 'Ivanov' de Chéjov, la cual, por ejemplo, un dramaturgo tan alejado de él como Llàtzer García confiesa que vio dos veces. A raíz del 'Who's me Pasolini', también vista en el Grec 2017, Rigola me comentaba: El oficio de actor es casi imposible. La repetición diaria, manteniendo unos niveles de verdad, cada día con el mismo texto, es casi imposible. Es de locos. Hacen un trabajo que pide enfrentarse contra lo imposible: el ser humano tiende a la recta, al ahorro máximo de energía. Y esto sucede siempre, en todo. El problema de la repetición es que tiendes a hacer los mínimos. Los actores tienden a mantener el texto, cuando para mí es mucho más importante que el actor esté vivo. Prefiero que pierda el texto que lo contrario. Una de las cosas que debe suceder también es que el actor debe explicar cómo se siente, cómo se siente el personaje. El teatro de la experiencia filtrado al trabajo de los actores.

Pablo Gisbert es el dramaturgo de El Conde de Torrefiel. Disecciona el mundo de hoy sin reparos, con un ingenio que ni el Woody Allen de 'Manhattan'. 'La chica de la agencia de viajes nos dijo que habia piscina en el apartamento', por ejemplo, es un delirio tan naturalista como alucinógeno. Una conversación entre dos chicas que se van de fin de semana y destrozan el mundo de hoy. Si tienes más de 40 años puede que no entiendas nada. Si tienes 30, tienes la sensación de que alguien te ha espiado durante dos años y ha escrito tu biografía, y se ha hartado de reír. Ahora mismo está en Bruselas preparando una nueva pieza que estrenarán en mayo al Kunstenfestivaldesarts y ya les ha dicho a los actores y actrices que no tendrán el texto, ni sabrán de qué va la pieza hasta después del estreno. Están encantados. Esto provoca que los ensayos sean muy dinámicos y divertidos, prácticamente no se habla, sino que se hace .


Si el público no entiende el arte como una experiencia -explica Gisbert- en sí es imposible que le afecte emocionalmente y por tanto que lo recuerde y le pueda acompañar durante un tiempo. Los portugueses utilizan el verbo 'experimentar' como sinónimo de 'probar', y me gusta. Si nuestro teatro es una prueba y una experiencia, me parece perfecto. Porque esto nos mantiene vivos dudando de lo que hacemos. Gisbert asegura que les interesa el distanciamiento emocional, la distorsión de las formas y la ruptura de los significados, pero siempre manteniendo un pie, o varios dedos de un pie, en nuestra realidad.

La realidad, el mundo, es una constante en el teatro de la experiencia. Àlex Serrano, parte del trío dirigente de la compañía con Pau Palacios y Barbara Bloin, habla de la pornografía de la realidad, que a menudo necesita de la ficción para ser mostrada al espectador. El bombardeo constante de imágenes nos hace insensibles a los problemas del mundo y ellos saben, además, que el público tiene información y conocimientos. Han hecho espectáculos sobre la frontera de Ceuta y el desastre migratorio en el Mediterráneo ('Birdie'), sobre la civilización ('Katastrophe'), sobre el mundo inmobiliario ('Brickman Brando bubble boom'), sobre la caza de Bin Laden ('A house in Asia'), con un lenguaje directo, muy visual, que funciona tanto en Asia como en América.

Serrano confiesa que la etiqueta de 'nuevos lenguajes' o 'alternativos' les ha perjudicado. Del mismo modo que las artes visuales encaja en la misma denominación Tiziano, Marina Abramovich o Camille Henrot, entiendo que pase lo mismo con Lope de Vega, la Needcompany o María Jerez. De hecho nos molesta cuando estamos dentro de programaciones bajo etiquetas como nuevos lenguajes, escenas experimentales o formas emergentes, entre otras, que a nuestro juicio separan y excluyen el panorama escénico en vez de integrar y normalizar las diferentes formas para al espectador , asegura.

Tanto El Conde de Torrefiel como Agrupación Señor Serrano tienen una manera de trabajar común, muy parecida, por cierto, al teatro de vanguardia catalán de los años 70 y 80, donde la forma y el mensaje mandaban. Lo explica Gisbert: Nuestros espectáculos son una búsqueda de la forma escénica. Los ensayos con nuestros actores son una búsqueda de formas escénicas, movimientos, acciones, composiciones, contradicciones estéticas, conflictos formales. El texto nunca llega hasta la última semana antes del estreno. Hasta que no hay una comprensión de la forma estética, es decir, de la plástica del espectáculo. Serrano dice que de una idea inicial, tiramos hacia abajo, hasta que construimos la dramaturgia y la forma. En eso se pasan dieciocho meses, durante los cuales hacen al menos tres residencias en diferentes teatros de Europa, donde los profesionales del lugar emiten su juicio. Y a menudo tienen que volver a empezar. Ambos integran la experiencia del ensayo, lo que viven mientras crean el espectáculo, en el espectáculo mismo. A menudo no se ve, pero está.

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