¿Quien no viviría en un Zaquizamí como el de la compañía Roberto G Alonso? Un Zaquizamí donde, cuando se cierra la puerta y se enciende la luz, la imaginación despierta y la magia consigue que todo sea posible, que todos los sueños se cumplan y todo el mundo haga realidad aquello que en la oscuridad no parecía posible.

¿Por qué una bailarina coja no tiene que poder bailar? ¿Por qué una funambulista ciega no tiene que poder mantener el equilibrio encima del hilo? ¿Por qué un gorila y una búho no pueden estar enamorados?

En el espectáculo de la compañía Roberto G Alonso no existe nada imposible... Uno sólo lo tiene que intentar. Con ganas. Más de una vez si hace falta. Y siempre acaba saliendo.

Y ellos, los tres bailarines (Laia Vancells, Borja Fernández y Laura Marsal) y el coreògrafo (Roberto G. Alonso), lo han intentado y lo han conseguido: han creado un espectáculo que atrapa a pequeñosy grandes, que captura su atención (cosa difícil, a veces, en el caso de los niños) y no la deja escapar durante los sesenta minutos de representación. ¿El secreto? Que no paren de pasar cosas, que se sucedan las sorpresas, que aparezca ahora un personaje y un momento después otro diferente, que se cambien una y otra vez de vestidos, que ahora se disfracen de cocodrilo y sólo un momento después entren y salgan por puertas y baúles. Una vez; y otra vez; y otra.

Los espectadores (los grandes y los pequeños) que acudieron al centro cívico Tomasa Cuevas lo agradecieron. Como antes lo habían hecho los de Lluïsos d'Horta, Baró de Viver, Zona Nord, Barceloneta y Auditori Sant Martí. Y saludaron con un gran aplauso el trabajo de los tres bailarines. Fue la última ovación para la compañía en el Barcelona Distrito Cultural. En  nuestro circuito ya no se volverá a hacer la luz ni su Zaquizamí volverá a llenarse demàgia e imaginación.