Os lo podemos prometer: los actores de la compañía Patricia Palomares lograron montar el armario. Cuando llegaron al auditorio del Centre Cívic Joan Oliver 'Pere Quart' lo traían en una caja y desmontado. Entraron atravesando la platea, subieron al escenario, se presentaron -Albert Pérez introdujo a Nicolás Carbajal y Ireneu Tranis- y se pusieron manos a la obra. A atornillar y desenroscar, a hablar y a arreglar el mundo: su mundo. Porque ANEBODA the show habla de los sueños de estos tres jóvenes pero, por extensión, también de los sueños de toda una generación: y si uno de los tres dice que a lo que aspira es a dar a su abuela motivos para estar orgullosa, los deseos de los otros dos son mucho más excéntricos porque su objetivo es conseguir ser únicos e inigualables, porque sobre lo que ANEBODA finalmente reflexiona es sobre si vale la pena vender o no vender el alma al diablo por cinco minutos de fama.

Los tres actores montaron el armario tranquilamente un domingo por la tarde, charlaron y explicaron anécdotas, compitieron para ver cuál de los tres decía la mayor burrada y mientras se comieron una pizza que habían pedido por teléfono poco después de empezar el espectáculo. Y los espectadores que los contemplaban desde la platea, sonreían, reían y se carcajeaban; ANEBODA no sólo se divirtió al público joven que acudió hasta Les Corts, sino también a los muchos veteranos que se habían acercado al centro cívico.

"Me ha gustado. Sí que me ha gustado. Y mucho. Y eso que habla de cosas de jóvenes", comentaba una señora, cabellos ya grises que, sentada en la primera fila, aplaudía con ganas a los tres chicos que saludaban en calzoncillos desde el escanario después de haber colgado en el armario la ropa que habían lucido durante la función. Y es que para eso sirven los armarios: para ordenar el mundo.